VALLE DEL ALAGÓN


Escrito por Ana Bravo
VALLE DEL ALAGÓN
Los paisajes del Valle del Alagón permiten pasear, hacer senderismo o completar rutas en bicicleta por dehesas únicas. También maravillarse con la variedad de aves de las zonas ZEPAen Los Canchos de Ramiro y Ladronera o el Embalse de Alcántara; fotografiar la belleza de los RÍOS ALAGÓN Y JERTE o descubrir el Plátano del Vivero, un árbol singular con 125 años y más de 25 metros de altura.
En Montehermoso se tejen a mano, con paja, unas gorras llenas de decoración e historia que, si incluyen un espejo, es que son para mujeres solteras. La tradición popular dice que, cuando la propietaria encuentra el amor, se rompe para que nadie más se mire en él. Aunque ésta, no es la única leyenda que inunda el VALLE DEL ALAGÓN. Entre sus pueblos hay una fiesta, los Sanjuanes de Coria, con 1.300 años de trayectoria; una procesión, en Torrejoncillo, que parece una batalla en honor a la Virgen; la alegría del Palotero y los Negritos de San Blas, en Montehermoso; o la danza ancestral de las bestias, las Carantoñas de Acehúche.
Para descubrir toda esta magia hay que viajar al corazón de Extremadura, a un territorio que mezcla llanuras, sierras, dehesas, ríos o embalses. Un valle que también está lleno de contrastes para enamorar a sus visitantes. Porque en esta tierra se pueden maravillar, con la delicadeza de la ARTESANÍA DE TORREJONCILLO, desde bordados a orfebrería, pasando por calzado y alfarería. Pero también conocer los toros bravos de la ganadería más famosa del país, la de VICTORINO MARTÍN.
A continuación podrás leer una serie de consejos (con lugares y razones) para disfrutar del Valle del Alagón en una escapada perfecta para dos o tres días. Coria y alrededores prácticamente se lleva uno, eso hay que tenerlo en cuenta. Y es que existen múltiples posibilidades para llevar a cabo una ruta de más tiempo por este territorio repleto de historias, paisajes y costumbres ancestrales. Aquí van unas pinceladas en forma de idea:
Recorre Coria, la ciudad más monumental del Valle del Alagón
Sin duda es la joya de la corona, el lugar donde dejar los bártulos y ponerse a caminar a cualquier hora por sus calles estrechas y blanquecinas porque se trata, de largo, de una ciudad a la que la Historia le ha dejado innumerables huellas de gran valor.
Conserva más de un kilómetro de murallas romanas (con retoques puntuales dados por los árabes y cristianos) envolviendo el casco histórico de la legendaria Caurium (ese fue el nombre que recibió como una de las ciudades importantes de la provincia romana de Lusitania).
Su catedral cristiana observa con altivez el Valle del Alagón en un equilibrio que la sitúa entre los últimos instantes del gótico plateresco y el barroco churrigueresco, el cual es responsable del embellecimiento de la fachada con motivos ornamentales y multitud de angelotes y medallones. Este lugar sagrado guarda además una reliquia mayúscula como es el mantel sagrado que la tradición sitúa como el utilizado por Jesús y sus discípulos en la Última cena, lo que provocó que Coria se convirtiera en un destino atractivo e indispensable para multitud de peregrinos durante la Edad Media y hasta entrado el siglo XVIII con deseos obsesivos de tocar con sus manos este tejido. Hay que estar atentos al balcón que hay a un costado de la entrada por la plaza, puesto que aquí era extendido y mostrado a los fervorosos devotos.
Coria, así como buena parte del valle, formó parte de los gigantescos dominios de la Casa de Alba. Y además de un palacete junto a la catedral donde luce su escudo ajedrezado, hay un espléndido castillo mandado construir por el I Duque de Alba, Don Álvarez de Toledo, a finales del siglo XV. Destaca su torre del homenaje almenada con planta pentagonal (aunque no se puede visitar su interior) y es tremendamente fotogénico.
Aunque lo mejor de Coria pasa por dejarse perder por la ciudad vieja o ir siguiendo el curso de sus gruesas murallas romanas que todavía dejan ver estelas funerarias utilizadas como sillares. O buscar qué sobrevive de la antigua judería, puesto que fue aljama, y probar las deliciosas pastas que las monjas venden en el convento de la Madre de Dios (Calle de las Monjas). Muy cerca se puede pasar un rato en la Cárcel Real (literal) mandada construir en el siglo XVII y que funcionó hasta los años ochenta. Sus celdas, conservadas estupendamente, albergan un museo histórico y cultural que además no cobra entrada.
Haz el camino de ronda por las murallas medievales de Galisteo
A mitad de camino ( aproximadamente 20 km) entre Plasencia y Coria por la novísima autovía EX-A1 llama poderosamente la atención una villa completamente amurallada de la que sobresale una pirámide bastante alargada (conocido como la picota) por encima de la torre del homenaje de un castillo. Bajo ningún concepto lo pases de largo y acércate. Se trata de Galisteo, un lugar realmente interesante y fotogénico bañado por las aguas del río Jerte (y no del Alagón, a pesar de pertenecer a la comarca Valle del Alagón) y rodeado de fuertes murallas que muchos atribuyen a los musulmanes pero que no pocos historiadores niegan tal posibilidad por el la manera inusual en que fue construida. Y es que está levantada casi por completo con cantos rodados de la ribera del Jerte y no sigue las premisas de las fortificaciones típicas de entonces, por lo que parece probable que la muralla de Galisteo sea ya de época cristiana.
A Galisteo se puede acceder por tres puertas diferentes como son la del Rey, la Puerta de la Villa y la Puerta de Santa María (obviamente el coche mejor fuera). Y permite bordear este municipio por encima de las propias murallas, por lo que es posible hacer el camino de ronda cual centinela de la Edad Media. El pueblo, sin mantener un equilibrio urbanístico excesivamente notable, tiene cierto encanto. Muy especial es la iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, la cual destaca, sobre todo, por su asombroso ábside semicilíndrico de ladrillo considerado uno de los mejores en estilo mudéjar en la provincia de Cáceres. Y a las afueras el puente de piedra de siete arcos y un templete que guarda la figura de San Marcos se convierte en uno de los escenarios más fotogénicos de la villa de Galisteo.
Conoce las ermitas y la técnica del enchinado de los alfareros de Ceclavín
Nos vamos a más de 30 km al suroeste de Coria por la CC-49 atravesando vastas dehesas y llegamos a Ceclavín. De este pueblo blanco de poco más de 1800 habitantes llama la atención un dato. Entre los siglos XV y XVIII se levantaron en la villa nada menos que 17 ermitas y, aunque en la actualidad sólo se conservan 9, es posible asegurar que la densidad de templos religiosos es de las mayores que hay en España. Lamentablemente muchas de ellas no tienen horarios de apertura definidas. Destacan la iglesia de Nuestra Señora del Olmo o la ermita de la Virgen del encinar, a las afueras del pueblo. Son probablemente las dos más fotogénicas.
Callejuelas estrechas conducen durante un paseo realmente agradable a una plaza mayor en cuya granítica torre del reloj destaca el escudo en piedra del rey Felipe II. Bajo los soportales algunos ancianos rinden pleitesía a los rigores de un tiempo que pesa más incluso que la recia empuñadura de sus bastones. Ceclavineros de pro, herederos de quienes en 1755 se amotinaron contra los soldados que vigilaban el contrabando con Portugal. Se cuenta que más de 600 personas armadas echaron de la villa a estos guardias. Eso sí, a no mucho tardar aparecieron los refuerzos (nada menos que 1300 soldados) quienes trataron de escarmentar a la población por su atrevimiento contra el poder establecido.
En Ceclavín, además del vino de pitarra que se dice encandilaba al mismísimo Carlos V durante su retiro en Yuste (entre la cerveza traída de Flandes, los vinos y la carne de caza día sí y día también parece lógico que su estancia en La Vera fuera corta), es famosa la técnica del enchinado en la alfarería. Y es que el barro enchinao de Ceclavín exige la decoración de diversas formas (florales, estrelladas, etc.) mediante la incrustación de minúsculos pedazos de cuerzo blanco. A pesar de ser una tradición en clara decadencia es posible hacer una visita al artesano Andrés Amores en su taller de la calle San Miguel número 18 para conocer mejor de qué se trata el típico enchinao de Ceclavín, así como verle su peculiar visión del trencadís, la nueva ola en la que está apostando firmamente. Si él está trabajando dentro, sus puertas siempre están abiertas, aunque no haya señal alguna.
Relacionado
Las mejores vistas de Extremadura
20 lugares privilegiados con las mejores vistas de Extremadura
LOS PUEBLOS MÁS BONITOS DE CÁCERES
Esta ruta por la provincia extremeña es capaz de detener el tiempo entre callejuelas peatonales, plazas, monasterios y bellos paisajes de encanto rural
Zarza de Granadilla, un paraje para visitar
Al norte de la provincia de Cáceres, se encuentra el municipio de Zarza de Granadilla, cuya creación data del siglo XV.Población que nació bajo el nombre de La Zarza y al que posteriormente se unió Granadilla, cuando el núcleo urbano de ésta última quedó completamente...
